Bueno, hoy quiero hablaros de esos pequeños lugares apartados de la ciudad, esos lugares amados por unos, indispensables para muchos y odiados por otros, en efecto, hablo de los pueblos.
Como la mayoría de vosotros yo, bueno o mi madre, tiene pueblo, no vamos mucho ,gracias a dios, pero ni aun así me libro de tener que ir algún fin de semana a algún pueblo perdido de la mano de dios.
Y es que por desgracia para mi estuve hace dos meses en uno y no fue una visita muy agradable.
En cuanto llegue me llego una fresca brisa mañanera con su inconfundible olor a establo, ese repugnante hedor el cual un señor del pueblo aseguro ser olor rustico, muy gracioso el.
Sin duda lo mejor de los pueblos es el aislamiento, el campo, el aire libre,alejarse de la ciudad....
Eso es lo que suelo pensar cuando voy a estos lugares, pero cuando ya llego recuerdo todo lo malo, una de las peores cosas era el aburrimiento.
A un chico sencillo, tímido e inteligente como yo le gusta relacionarse con la gente, asi que unos amigos y yo fuimos a explorar el recóndito pueblo (digo recóndito porque no había nadie por la calle, excepto el señor del olor rural) bueno cuando ya llevas una hora recorriendo el pueblo y no ves ni una sola chica de tu edad ya empiezas a perder los nervios.
Ante la impotencia de no ver chicas pechugonas y de no haber nada que hacer ya dábamos todo por perdido, pero entonces a mis oídos llego un sonido maravilloso... Un...Bueno no se como se dice el ruido que hacen los cerdos, pero os hacéis una idea.
Un cerdaco como un caballo, parecía que se había comido a todos los habitantes del pueblo, entonces se me vino a la mente una idea prodigiosa...TOCAR AL CERDO.
Saltamos el pequeño muro de piedra que aislaba al animal y cuando nos acercamos a su jaula vemos al cerdaco tumbado en el suelo, no movía ni un músculo, entonces mi reacción lógica fue decir :`` Este cerdo esta muerto´´.
Esta breve frase trajo una consecuencia fatídica...uno de mis amigos tuvo la genial idea de tirarle al saco de grasa rosa un palo para ver si se movía, finalmente movió una oreja y atemorizados por que el dueño saliera nos fuimos.
Ya habíamos revisado el pueblo, nos habíamos colado donde el cerdo, y aún era de día, parecía que las horas pasaban como minutos.
Desesperados ya nos pusimos a andar anduvimos por el campo, a mi paso veía mierdas de vaca como cabezas de grandes, al ver un campo entero plagado de ellas decidimos volver.
Cuando volvimos al pueblo por fin vimos señales de vida, pero casi mejor no haber visto nada.
Dos señores típicos de pueblo con sus boinas y sus bastones fumando como carreteros, nos acercamos y uno de ellos me dijo:``Que pasa, que vení de la ciudá o que? Aquí mozas de vuestra edad ya no hay, tendréis que conformaros con mozos´´. Y acto seguido me dio dos palmadas en la espalda.
Desde ese momento ya tenia un enemigo en el pueblo....
Aquí acaba mi experiencia en estos lugares, pero no quiero irme sin antes hablar de unas habitantes del pueblo muy muy especiales, las marujas.
Esas señoras que cuando entras a la única tienda del pueblo están todas sentadas en sillas plegables cuchicheando y cuando te vas te miran como si fueras de otro planeta.
Estos pueblos y sus habitantes, tan entrañables como siempre...
Que queréis que os diga, soy un chico de ciudad :)